Crítica de Estación Rocafort

 Crítica de Estación Rocafort

No creas lo que tus ojos ven

Las leyendas urbanas siempre han sido un buen caldo de cultivo para la creación de películas de terror: Candyman, basada en la leyenda del hombre que regalaba chuches a los niños; La Llorona, que buscaba llevarse a unos niños porque se arrepintió de haber ahogado a sus hijos; o Slenderman, basada en el mito de internet de un hombre tétrico y sin rostro que manipulaba a los niños para cometer delitos. Estación Rocafort, nos cuenta la leyenda del metro de esta estación, testigo de una gran cantidad de suicidios durante los años 60 y extrañas apariciones. Bajo esta premisa, Luis Prieto dirige un thriller psicológico en el que una trabajadora de metro y un expolicía serán los responsables de resolver el misterio que rodea al suburbano. 



Sustos fáciles y escenas inesperadas

A través del nuevo empleo que tiene Laura (Natalia Azahara), como trabajadora de metro, exploramos la famosa leyenda negra de la estación Rocafort. A decir verdad, el personaje de Laura es bastante asustadizo y hay escenas en su puesto de trabajo en la que nos esperamos lo que va a suceder en la siguiente imagen: sobresaltos cuando escucha sonidos chirriantes, puertas que se abren o cierran... Sonidos habituales que todos hemos escuchado alguna vez cuando hemos estado solos en el metro.

El empiece de Estación Rocafort, hace que nos acomodemos y pensemos que vamos a ver situaciones poco terroríficas y nos venga el pensamiento de "Voy a seguir mirando, seguro que no es nada". Pero en el nudo del film, cuando Laura empieza a tener visiones, Luis Prieto nos engaña poniéndonos en primer plano la figura terrorífica que no esperamos ver y nos deja apresados en ese horror.

Por otra parte, en otras escenas el director se porta bien con nosotros e intenta ponernos en alerta de que en la siguiente secuencia va a suceder algo sobrenatural poniendo el plano al revés. Así, cada uno podemos escoger si taparnos los ojos o no.



Javier Gutiérrez y Natalia Azahara

Javier Gutiérrez interpreta Román, un expolicía que salió del cuerpo por un incidente que tuvo en un caso en los años 80. Desde ahí es un hombre perdido, sin futuro, que le da a la bebida pero que le echa valor cuando la situación se complica. Un personaje dual que el actor sabe manejar bien, con una interpretación convincente: actúa como un alcohólico que necesita su medicina para continuar el día, y a la vez, como un hombre sensato y decidido a resolver el enigma de la estación independientemente de cualquier obstáculo que se le ponga por delante. Por otro lado, Natalia Azahara, realiza una interpretación que no llega a convencer del todo al espectador, con algunos momentos más flojos que otros, y con algún que otro grito poco creíble.


De todos modos, Estación Rocafort se orienta más a que el peso de la investigación y el desarrollo de la trama recaiga en Román, en detrimento de Laura. En un primer momento; ella parece la protagonista, pero a lo largo de la película, observamos que acaba siendo en la mayor parte de ésta, el objeto por el cual Román se mueve para descifrar la leyenda. De esta manera, deja al personaje de Natalia Azahara relegado a un segundo plano.


El metro como escenario

En general, el director de fotografía Marc Miró realiza un  espléndido trabajo con la utilización de tonos oscuros y sombríos, propios del andén de la estación del metro de Rocafort. Todo ello otorga una atmósfera siniestra y un ambiente terrorífico que mantiene al espectador en tensión, siempre a la espera de que pueda aparecer en cualquier momento algo entre las vías del tren.


Por otro lado, las imágenes teñidas de rojo cuando Laura se encuentra dentro del tren, consiguen resaltar el horror de sus visiones, y otras teñidas de azul, avisan de que la presencia demoníaca está al acecho.

 

Conclusión de 'Estación Rocafort'

En Estación Rocafort, descubrimos mucho más que una ciudad y una leyenda histórica. Luis Prieto decide combinar este mito con otro tipo de fábulas aztecas donde entran en juego demonios y amuletos malditos, para ofrecer una explicación a los misterios del metro de Rocafort. Una mezcla maligna que ha sabido encajar muy bien, sin ningún cabo suelto y sin ninguna situación fuera de lugar o que parezca forzada en la historia.

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