Crítica de Las chicas de la estación
Las chicas de la estación
La cruda realidad de las menores tuteladas
En enero de 2020, saltó en todos los periódicos baleares la noticia de una violación múltiple a una menor tutelada en la Navidad del 2019. A partir de este hecho, se abrió una investigación y se descubrió que adolescentes de otros centros eran captadas para ejercer la prostitución, no solo en Baleares, si no en todo el país. Las chicas de la estación muestra la gestación de estos acontecimientos a través de las vivencias de 3 menores tuteladas en la misma Isla de Mallorca. Su directora y ganadora de un Goya, Juana Macías, e Isa Sánchez como guionista (Ministerio del Tiempo, Malaka), presentaron este film en el Festival de San Sebastián. Se estrena en salas de cine españolas el 22 de noviembre de 2024.
En algunos momentos de la película, las tres protagonistas hablan directamente al espectador y nos
cuentan una pequeña parte de sus historias, pero sin mirar nunca a la cámara.
Una especie de "metacine" empleado para que conozcamos más cómo son
ellas, cuáles son su miedos y de dónde vienen.
Enfocar Las chicas de la estación desde el punto de vista de ellas, las víctimas, nos hace ver o repensar que ellas no son las que se meten solas en la boca del lobo. Son sus circunstancias y diversas situaciones las que las hacen débiles y necesitadas. Todo ello las llevará a querer conseguir dinero de la forma que sea, y por lo tanto, vulnerables a que cualquier persona intente aprovecharse de ellas.
Salua Hadra, Julieta Tobío y Maria
Steelman saben reflejar con sus interpretaciones muy bien la realidad de las
niñas residentes en centros de menores. Es admirable que en sus primeros
trabajos como actrices protagonistas, hayan sido capaces de regalarnos unas
actuaciones llenas de naturalidad, frescura y sensibilidad sobre unas vidas tan
crudas.
Además del reparto principal de Las chicas de la estación, el casting realizado por Eva Leira y Yolanda Serrano escogieron a la perfección al resto del elenco como La China o los chicos del barrio, quienes con un atuendo llamativo y presencia intimidante, recrean el ambiente callejero y peligroso en el que se mueven.
El día a día que vivimos con Jara,
Miranda y Álex, va acompañado de música urbana que sumerge al espectador en la
realidad de las menores, como un hilo narrativo más en la película, y un espejo
en el que se miran las protagonistas. Estas canciones hablan de situaciones de
abandono, esperanza, dolor o violencia de las que se sienten identificadas, y
funciona como un elemento más en la película que nos habla de sus vidas.
De hecho, el concierto de la trap queen a la que quieren ir es la vía de escape que tienen para evadirse del mundo en el que viven, y en ese momento, la música urbana es sustituida para el espectador por música clásica, para darnos a entender que son sus únicos momentos de calma y paz.
Las chicas de la estación es una historia
de superación, de denuncia de situaciones que no pueden seguir ocurriendo, y de
la valentía que han tenido las menores tuteladas para sacar a la luz una
injusticia que llevaría años sucediendo en Mallorca. Gracias a esta denuncia se
descubrió una especie de epidemia extendida por toda España (se han destapado
más casos en la Comunidad Valenciana, Canarias o Madrid). El espectador puede
salir de la sala de cine con mal cuerpo, porque es duro de ver y difícil de creer
que algo tan cruel pueda suceder en la realidad, aun sabiendo que ésta, muchas
veces supera a la ficción.
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