Crítica de Lamb

 

Lamb

Felicidad para unos, locura para otros

El género folk terror ha traído muy buenas películas tanto en la producción como en la originalidad de la historia: Mindsommar, El hombre de mimbre, The Blair Witch Projetc… Todas con un mensaje final que a cualquiera le acaba dejando boquiabierto. Y en Lamb no es para menos. Jóhannsson ha querido retratarnos en su tercera película una enseñanza con un argumento de tintes siniestros, originario de un país donde solo unos pocos meses del año sale el sol (Islandia).

Trata de una pareja, Maria (Noomi Rapace) y Ingvar  (Hilmir Snær Guðnason), que viven alejados de la civilización en una granja de Islandia. Parecen a priori una pareja feliz, acostumbrada a la dura vida de la ganadería y agricultura. Pero de repente, se suma un nuevo miembro a esta pequeña familia que les dará un interesante vuelco a sus vidas.

En el primer minuto de la película, observamos animales de granja como cabras y caballos inmersos en niebla que parecen asustados por un gruñido que proviene de la cámara. La directora ya empieza a jugar con nosotros queriéndonos ocultar “la cosa” que aterra a los animales y que la asociemos con la niebla.

Después, nos presentan la rutina de una pareja que viven en algún punto de las montañas islandesas y subsisten por el cultivo de la tierra y la cría de cabras. Nos hace esta presentación con planos fijos y una cuidada fotografía que refleja serenidad, armonía en el ambiente y mucha quietud, pero también algo turbio. En algún momento , se puede leer entre líneas de los diálogos entre ellos que ella echa de menos algo del pasado.


El nacimiento de un cordero hace que cambie completamente las vidas de los protagonistas. En un principio, vemos que es sólo un cordero pero que lo cuidan como si fuera algo más que un animal y únicamente estamos viendo su cabeza. Hasta que llega un punto en el que observamos su torso y mitad inferior, ese momento se filma de una manera muy normal, como si estuvieras grabando a una persona caminar, algo que estás acostumbrado a ver cada día y a lo que no hay que dar mayor importancia. Pretende que asumamos, como lo tienen de asumido los protagonistas, que es algo normal en sus vidas el estar criando a una niña mitad humana y mitad cordero.

Es tan grande el deseo y felicidad de ambos que les da igual lo que piense cualquiera que se acerque por su casa, el que venga lo tiene que aceptar y no meterse en sus vidas. La madre adoptiva es capaz de hacer lo que sea para que no le arrebaten a su nuevo miembro de la familia.

Una fotografía perfecta dado que en ningún momento se hace de noche y ha bastado con tener unos ventanales enormes en la casa de la pareja para lograr una imagen increíblemente naturalista.

El uso del live action para crear a la de la niña mitad cordero y mitad humana queda bastante bien ya que logra encajar algo fantástico en el mundo real de los humanos. No parece artificial ni como si fuera un pegote.


En cambio, cuando nos muestran al padre de esta criatura, te quedas un poco con la sensación de que preferirías que no te lo hubieran enseñado. En tu imaginación tienes la representación de hombre mitad humano mitad cabra, y cuando te enseñan gráficamente cómo es “eso” para otra persona, te decepciona porque tú lo imaginas de otra manera.

Es como cuando leíste Harry Potter y la piedra filosofal, y luego viste la película, no se parecían en nada los personajes que tenías en la cabeza a cuando los plasmaron en la pantalla.

La enseñanza, mensaje o la moraleja de esta película es básicamente que si le arrebatas algo a alguien, tarde o temprano te lo arrebatarán a ti. Es ley de vida o el karma. Y si además te presentan este tipo de enseñanza con una historia tan intrigante con tintes tenebrosos y metida en el mundo fantástico, llama tanto la atención que merece ser ganadora un premio Sitges.

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