Crítica El Apartamento (1960)
El apartamento (1960)
Guía para ser un “Mensch”
Durante los 120 minutos de película, observamos un progresivo ascenso de Baxter (JackLemmon) tanto laboral como personal. Comienza siendo un oficinista de una empresa de seguros, que además de ofrecer su casa, limpia todo lo que sus jefes ensucian. Si aquí sentimos lástima por él, en las siguientes secuencias nos resulta increíble, e incluso gracioso, ver cómo Lemmon tiene una agenda donde apunta los días de las infidelidades, y por el teléfono le dice a uno de sus superiores: “Tengo a otro apuntado. Veré qué puedo hacer”. A éstos se une el jefe de la empresa, el señor Sheldrake, quien le da su primer ascenso. Billy Wilder nos muestra este ascenso con un plano de Baxter recogiendo sus cosas; en el siguiente plano, vemos que entra en un despacho con su nombre en la puerta. Después, en el contraplano, observamos que sigue en la misma planta que estaba antes, lo que demuestra una falsa sensación de ascenso. Igual que su dignidad, ya que sus superiores continúan pidiéndole el apartamento, pero esta vez solo se lo deja a Sheldrake. Entre tanto, Baxter se enamora de Frank Kubekly (Shirley MacLaine), y descubre que es la amante de su jefe. Un hallazgo que Billy Wilder nos muestra de forma brillante en un plano detalle de un espejo de mano roto de Frank con el reflejo de la cara de Baxter, una imagen con un significado tanto visual como narrativo: el corazón de Baxter hecho pedazos y un cambio total de la visión que tenía de Frank.
El guion de El Apartamento no se estanca en los arquetipos de “víctimas y aprovechados”, si no que muestra los claroscuros de ambas condiciones. Por un lado, vemos que abusan de Baxter, pero en realidad es un hombre ambicioso que hace lo impensable por llegar a lo más alto. Por otro, Frank tiene más fondo que el de “la querida”; cuando abre su corazón a Baxter, le dice que quiere de verdad a Sheldrake y por eso se cree sus promesas de divorcio, cuando él la utiliza a su antojo. Ambos personajes evolucionan hasta obtener la dignidad: ella, cuando abandona en la fiesta de Nochevieja a Sheldrake, tras confirmar que nada va cambiar a pesar de estar divorciado; y Baxter, cuando renuncia a su último ascenso después de que su jefe le pida la llave de su apartamento para ir con Frank. “Hago lo que mi médico me ha recomendado, que fuese un mensch, todo un hombre”: dice Lemmon para manifestar que no se seguirá aprovechando ni de él ni de Frank.
No podríamos
etiquetar a El Apartamento en un género determinado, porque consigue
transmitirnos todo tipo de emociones: desde lástima, risa, repulsión, temor…
hasta llegar a un tierno final que Billy Wilder casi nos roba con el sonido de
una botella de champán descorchándose. Por otro lado, llama la atención cómo está
creado el entramado corporativo de los años 60, basado en favores y promesas y
en formas de dominación, y que no es muy distinto al de hoy en día. Un aspecto
de la película que no envejece y nos deja pensando en ello 60 años después de
su estreno.
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